27 de marzo de 2017

Mujeres que dialogan con el tiempo

Yanelis Gómez, observadora revisora en la estación de La Jíquima. Foto de la autora.
En Cuba hablar de meteorología hace que de inmediato se piense en el Dr. José Rubiera, por su talento y las tantas horas de desvelo cuando se aproxima un huracán.
Sin embargo, muchos son los hombres y mujeres que de forma casi anónima guardan la retaguardia tras computadoras e instrumentos de medición de las variables meteorológicas.

La Jíquima, en el más occidental de los municipios holguineros: Calixto García, es un poblado ubicado a unos diez kilómetros de la carretera central. Allí un pequeño inmueble recibe al visitante desde un jardín arreglado con sumo cuidado y en el que las rosas decoran el paisaje. Solo la presencia de determinados “aparatos” y equipos ponen al visitante sobre aviso de que no se trata de una morada común y corriente.

En la Estación Agrometeorológica de La Jíquima laboran solo siete personas, de ellas seis mujeres. El único hombre es el jefe, quien se hace acompañar de cuatro observadoras meteorológicas, la observadora revisora, y la especialista en agrometeorología. De ahí el ambiente familiar, casi doméstico que se respira, pero que al mismo tiempo representa un reto y un sacrificio diario.

Cuando llegué, las ondas de Radio Reloj invadían las cercanías, mientras una mujer algo distante se ocupaba de una serie de instrumentos entre los que pude reconocer una veleta y un pluviómetro. Al advertir mi presencia salió a mi encuentro transportando en una mano un cubo y en la otra el jarro.

Era Mirna Paneque, una de las observadoras de la estación desde hace trece años y que realizaba las últimas acciones de su guardia de 24 horas. Desde el día anterior a las nueve de la mañana se encontraba en la estación. Tras saludarme sigue su recorrido hacia la oficina. Se vuelve risueña y dice como para evitar la pregunta: “Yo cuento mucho con el apoyo de mi familia, de mi esposo, de mi mamá, que me ayudan, porque yo tengo que permanecer aquí, no puedo ir a mi casa hasta el otro día. Tengo que dejarlo todo y gracias a ese apoyo que ellos me brindan es que puedo cumplir con mi horario laboral”.

Me invita a sentarme y me dice que sus compañeras deben estar al llegar, que siempre llegan sobre las 8:30 a.m., aclaración que yo no entendí muy bien pues mi reloj apuntaba ya casi las nueve.

Decidí aprovechar la espera para conocer mejor ese mundo. Al interrogarla sobre su quehacer me dijo que ellas registran el comportamiento de las variables meteorológicas: humedad relativa, velocidad y dirección de los vientos, precipitaciones, dirección de las nubes, etc., etc.

Al querer saber sobre la repercusión en el plano personal me contó que “es muy gratificante, nos obliga a aprender constantemente y a ampliar nuestros conocimientos. Cuando hay algún evento le damos seguimientos y esas variables que nosotros informamos al centro meteorológico, tanto provincial como nacional, le sirven para hacer un mejor pronóstico.

“Sé que por medio de mi trabajo y mis conocimiento puedo aclarar dudas a las personas sobre las cosas que nos preguntan y eso te llena de regocijo pues te sientes una persona útil ante la comunidad”.

Como el tiempo pasaba y sus compañeras no llegaban decidí apreciar sus rosas; quienes me conocen saben que amo las flores. Entonces Mirna se me acerca y me dice que Odalys, la que atiende la parte de agrometeorología, debe estar al llegar porque acaba de entrar a una plantación de plátano a la que ella le brinda asesoría. Y efectivamente, en unos minutos una mujer trigueña llega. La persigo pensando que es Odalys, pero se trata de una tocaya mía, quien además se desempeña como observadora supervisora y aprovechándome de eso por ahí mismo comencé el diálogo.

Así supe que, lo que para mí era un disloque total en materia horaria, se debe a que los equipos con los que se realizan las mediciones están calibrados en el horario normal, mientras nosotros en estos momentos estamos en horario de verano. O sea, sus vidas, su cotidianidad se encuentra una hora adelantada con respecto a sus instrumentos, sin que esto quiera decir que están defectuosos o en mal estado.

Desde la óptica aportada por la experiencia de más de dos décadas de trabajo Yanelis Gómez, esta mujer observadora revisora, asegura que “es un trabajo muy difícil por el nivel de seguimiento frecuente que exigen las variables meteorológicas, a lo que se suma el hecho de ser mujeres casadas y con hijos. Además, en temporada ciclónica, cuando existe amenaza de algún huracán, debemos abandonar nuestros hogares, nuestras familias, para venir hasta aquí a cumplir con nuestra responsabilidad”.

Y Mirna vuelve a decir que ya Odalys debe estar al llegar, le cuenta a Yanelis lo que hace un rato me dijo a mí y esta agrega “a lo mejor fue a ver también el tomate que está por la presa y la vega de tabaco de la cooperativa, como ella trabaja con productores, empresas, cooperativas y el lunes va para Las Tunas por el proyecto”.

Mi tocaya, como para entretenerme y que no sienta el pasar del tiempo o de los tiempos, de un lugar donde se vive con dualidad horaria me ofrece un tour por la estación y me enseña los instrumentos de medición, más allá de la veleta que nos enseñaron en la escuela y que tienen nombres difíciles de recordar.

Se acaba el recorrido y vuelvo al patio. Después de unos minutos veo venir una mujer con paso suave, me pregunto si será ella. La veo dirigirse hacia la puerta y le pregunto:

-¿Usted es Odalys?
-Sí - me contesta.
-La estaba esperando,- le digo
-Déjeme lavarme las manos y enseguida la atiendo.

Ni corta ni perezosa me permite que saque mi grabadora y la asalte a preguntas. Es una mujer sencilla, pero muy conversadora, como me habían advertido sus compañeras. Entonces aprovecho para conocer sobre el trabajo de Odalys Rodríguez, la observadora agrometeorológica y su vínculo con los campesinos, en un territorio eminentemente agrícola.

“Debo recopilar todos los cultivos aledaños a la estación y crear el plan de observaciones. Actualmente son 15 productores insertados en la red de estaciones y esperamos que se incorporen otros. Nosotros los asesoramos con observaciones fenológicas de los cultivos, los daños que presentan por causa de plagas, enfermedades, eventos meteorológicos, asesoría técnica en cuanto a las aplicaciones que se le debe hacer, estrategias para enfrentar la sequía y cómo utilizar racionalmente el agua, no solo para no dañar la siembra, sino también para aprovecharla. También le ofrecemos información sobre las precipitaciones, el comportamiento de las campañas de frío o primavera, en dependencia, así como las épocas más recomendables para la siembra. Además es una retroalimentación constante pues es mucha la experiencia de los campesinos en tantos años de trabajo”.

Y como desde hace rato lo habían mencionado no puedo evitar inquirir en el proyecto que la hace trasladarse a Las Tunas. “Es un proyecto extendido que busca el estudio del comportamiento de la sequía. Inicialmente se centra en cuatro cultivos de aquí: tomate, pepino, col y frijol. Se desarrolla por etapas y en cada una se desarrollan una serie de acciones. Al final de la campaña se comunica al productor el comportamiento del cultivo. Se han presentado trabajos de fórum y nuestra estación ha salido con el primer lugar a nivel nacional”.

Entonces me dice que todos esos datos se llevan en la vitrina del tiempo y como la referencia más cercana es la de mi abuela, Odalys me muestra un mural enorme con muchos datos y variables. Me señala el comportamiento fenológico de los cultivos “para conocimiento de la población y estudiantes, pues tenemos convenio con el Centro Politécnico René Orestes Reyné”.

Sobre una mesa hay un aparato enorme, lo miro curiosa y ella agrega “es para realizar muestreos del suelo, para conocer el nivel de humedad, lo que ayuda a tener una idea de la sequía”.

Podría seguir horas conversando con estas mujeres pero ya me hacen señas de que debo regresar. Pese a todos los sacrificios estas mujeres aseguran que aman el trabajo que realizan, pues “es algo maravilloso”. Y debe ser así, pues si bien ellas no pueden detener el tiempo, y a mí se me ha ido volando, de alguna forma, casi mágica, logran seducirlo. / Por Yanelis Martínez.

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