23 de enero de 2018

Martí en los campos de hoy

Cercano a las oficinas de una cooperativa de crédito y servicio vi el busto de José Martí y una réplica de la casa donde nació en la calle Paula. Me alegré porque Martí sabiamente habló para su tiempo y para los que tenían por venir acerca de la tierra y el hombre, si el hombre sirve -decía- la tierra sirve.


Ese apotegma martiano es apropiado para beneficiarnos de lo que nos legó la naturaleza para nuestro provecho. En un territorio como este, eminentemente agrícola, es imprescindible acercarnos a la sabiduría del Maestro cuando afirmaba que “la tierra produce sin cesar… si los que en ella viven quieren librarse de miseria, cultívenla de modo que en todas las épocas produzca más de lo necesario para vivir: así se basta la imprescindible, se previene lo fortuito, y, cuando lo fortuito no viene se comienza el ahorro productivo que desarrolla la verdadera riqueza.”

Y esa riqueza llega como resultado de la unión, del conocimiento de las tierras donde se cultiva, del sembradío a tiempo, de conocer los secretos de una naturaleza que cada vez se muestra indomable, de no obviar la experiencia natural acumulada pero a su lado puestos siempre los conocimientos más efectivos de la ciencia y la técnica.

Nuestro campo necesita de hombres y mujeres que laboren con inteligencia sin cesar para sacar los mejores frutos de las cosechas. Al relevo generacional le urge asimilar el legado de sus antecesores para robustecer la continuidad, para que estos sean los técnicos, ingenieros agropecuarios, el futuro, pero junto a ello la escuela debe aportar el conocimiento de la teoría y la práctica en aras de favorecer la formación del relevo.

Porque, ¿qué sería de un país donde sus ciudadanos desdeñen el campo? Con sabiduría Martí nos hace reflexionar al respecto: “En los pueblos que han de vivir de la agricultura los gobiernos tienen el deber de enseñar preferentemente el cultivo de los campos. Se está cometiendo… un error grandísimo: en pueblos que viven casi por completo de los productos del campo, se educa exclusivamente a los hombres para la vida urbana, y no se les prepara para la vida
campesina”.

Eso y más nos debe llamar a la meditación, a sacar conclusiones, a mirar de cerca el busto del apóstol de la independencia cubana que como símbolo está en nuestras cooperativas, no para apasionarnos si no para mantener limpios, impecables sus alrededores como limpia fue su ejecutoria. Un hombre de torrente pensamiento, que aún en medio de tormentos tuvo tiempo para hablar y escribir de arte, literatura, poesía, historia, deporte, ciencia, y de agricultura. En el aniversario 165 de su natalicio perpetuemos su memoria con la observancia diaria del deber que a cada uno de nosotros corresponde. /Por José Luis Díaz Grass.

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